Desde el 15M el descontento ha tomado las plazas pidiendo una mejor democracia. Muchos nos hemos identificado con ese grito mudo y hemos pisado las plazas para compartir el deseo de cambio y principios morales.
Hoy es día de elecciones, “la fiesta de la democracia” como la llaman algunos, y no podemos evitar sentir que el 15M también concurre a este examen. Aunque desde las plazas llevan días anticipándose. Diciendo que las elecciones no son su objetivo, que ellos seguirán allí el 23M. Aun así todos miraremos los resultados buscando el impacto del 15M. Todos, pero sobre todo el poder: Partidos políticos, prensa, sindicatos, etc.
Y ya sabemos que habrá conclusiones de todos los colores, porque si algo ha provocado el 15M en la mayoría de opinadores es perplejidad. Algunos, los menos, la han reconocido. La mayoría la ha tapado con discursos aprendidos. Por suerte muchos ciudadanos no hemos tenido miedo de acercarnos a las plazas y escuchar. Descubrir que en el fondo solo son personas hablando de sus preocupaciones y pidiendo soluciones. Gente que se ha dado cuenta que el marco social y la democracia que habitamos esta caducada. Y, posiblemente, se dieron cuenta hace mucho, pero habían perdido la esperanza hasta que los “chicos del 15M” aparecieron.
El día después de las elecciones del 23M no será el fin del movimiento 15M pero si su punto de inflexión.
El largo silencio de tantos se ha tornado palabra y ha comenzado a difundirse en manifiestos que se disparan en todas direcciones. Hemos leído u odio peticiones antinucleares, republicanas, de nacionalización de la banca, sobre vivienda, inmigración, ley de dependencia, etc. Una incontinencia de propuestas que ha llenado horas y horas de asambleas ciudadanas y proporcionado munición a muchos de los opinadores antes referidos.
¿Y ahora qué hacemos?
Nosotros creemos que debemos hacer una distinción clara entre principios y política. Lo primero nos une. Lo segundo nos dispersa.
Ninguna asamblea ciudadana puede decidir sobre un tema, para eso están las instituciones que son representación del pueblo. Cualquier cosa que salga de las plazas del movimiento 15M no será más que una propuesta que, con suerte, alguien recoja e intente rentabilizar políticamente. No podemos permitirnos el lujo de seguir escribiendo cartas a los Reyes Magos, papa Noel o el ratoncito Pérez.
Nos hemos emborrachado con el dulce néctar revolucionario. Esto no es nada malo, nos lo merecíamos después de años de desengaños.
Pero existe una cosa innegable y son los principios. La política es una acción que se realiza mediante pactos y acuerdos. Antes existe una voluntad, una fuerza previa que lo impulsa todo y eso son los principios.
Vivimos en un estado democrático moderno que deposita la soberanía en el pueblo y se rige por principios de libertad e igualdad.
La defensa de esos principios es la fuerza inicial que genero el 15M y lleno las plazas. Nos hemos dado cuenta de que estamos maduros para una segunda transición, queremos que el sistema de gobierno y su método cambien. No solo porque nosotros maduremos, sino porque el mundo cambia.
Ningún sistema democrático moderno puede negarse a:
- Conceder a cada un hombre un voto y que ese voto valga lo mismo que el de los demás hombres.
- Que sepamos para quien son nuestros votos. Deben implantarse listas abiertas.
- Igualdad social y económica. Eliminación de los beneficios especiales de los cargos políticos, sindicales y funcionarios públicos, equiparándolos a las condiciones laborales y sociales de los demás trabajadores. A nivel asociativo eliminación de las subvenciones especiales a los partidos políticos y a los sindicatos equiparándolos con cualquier otra agrupación.
- La democracia moderna debe ser participativa. Las nuevas tecnologías permiten introducir sistemas de participación ciudadana a través de referéndum para la toma de decisiones de primer orden.
Estos son principios no política. Una vez que estén fijados podremos empezar a realizar peticiones políticas y debatirlas en una democracia real.
Mientas no exista democracia real no tiene sentido hacer política.
¿Cómo conseguimos una Segunda Transición?
Está claro que nuestra clase política esta devaluada y no podemos esperar de ellos nada. Son la segunda generación del “negocio” y tratan de conservar la empresa que fundaron los verdaderos políticos.
Tenemos que seguir presionando con nuestra presencia en las calles, tienen que oírnos y vernos. Pero tenemos que evitar el mercadeo político, no debemos contentarnos con la inclusión de los principios de la democracia real en sus programas. Los partidos ya están en las instituciones, ya pueden, al menos, proponer los cambios y deben hacerlo sin falta. Esto no va de elecciones, esto es lo que va antes de las elecciones. Por eso nosotros tenemos claro que votaremos en blanco hasta que en este país se aprueben los principios mínimos para una verdadera democracia.
No queremos promesas en programas electorales. Queremos realidades en las instituciones. Que los verdaderos políticos propongan el cambio, en la calle los estamos esperando. Mientras tanto nuestro voto permanecerá congelado en blanco y seguiremos tomando la calle.
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